Nunca te hablé de la lluvia en mí. El mismo
rumor, su cortina de agua -a veces violenta,
otras suave como el tacto de una madre-
el gris que ensombrece la neblina, la necesidad
del refugio contra su azote despiadado, todo
eso encuentra un reflejo en mi sangre, en la
negritud del pensamiento cuando la melancolía
es líquida y fluye igual que una lágrima,
en la desnudez de la ira que no quiero,
en la envoltura con que me cubro al sentir
los días como acecho y maldad insaciables,
en la estúpida sensación de ser tabla sobre un río
que va a morir en el recodo. Por eso prefiero
mostrarme relámpago al sol, claridad para ti
-que eres tan débil como yo-, estío en la risa
de las mañanas azules, colores vivos que
estallan con la voz de la alegría en los labios.
Sé que engaño, que soy una mentira, pero,
qué es acaso la felicidad sino el infantil
maquillaje de mentirnos.
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