Atrás dejo mi sombra,
el pasado de piedra,
la rutina que hizo de mí
papel que el viento azuza
entre paredes sin alma.
Ven al horizonte salvaje de la incógnita,
al sur transitivo de las palmeras,
al espesor tropical de los felinos invisibles,
a la edad infinita de los desiertos rojos.
Allí, en el horizonte desconocido
las palabras mueren de sed
y son los cuerpos la ciudad de la algarabía,
el grito que aúlla en la niebla.
Me dirás que has construido muros que te protegen del azar,
no, el azar está dentro de ti como un pájaro
que añora los espacios
donde vibra la luz blanca de lo improbable.
Lejos de los días de ceniza hay paisajes de nieve,
ríos que no cesan, islas de magia que nadie soñó.
Vive, porque vivir no es más que ser siempre otro.
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