Un sol negro quema la paz de la tarde.
Se hace veloz la llama alucinada del dolor.
¿Qué voracidad salvaje humilla el corazón
del hombre? La inocencia se rinde al espasmo
violento de la barbarie. No existe un dios de paz
en su mirada, solo el odio inmoral de la locura
infinita. Han creado un paraíso de sangre
para sus almas y una mentira de la que
se nutre la ignorancia roja de la penumbra.
Son heraldos de la muerte, hijos de un vómito
sin luz. Solo les satisface la bondad herida
porque nunca aprendieron a ser libres.
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