Es la urgencia del sexo y la timidez en flor.
El vestido no puede ocultar la premura, el árbol
enhiesto de la sangre que anuncia el brote de la cadera,
los músculos alegres de la risa en labios de color,
libros dibujados con símbolos tabú que flotan en la noche.
Y los poemas azules que brincan en la profundidad
de los parques, mientras el joven-niño ejecuta su misiva
de amor bajo el sicomoro lánguido. Tiempo de colegio
y de fiebre, frenesí de una cópula solitaria en baños
de cerámica blanca, sueños que son sueños porque
nunca verán la luz opaca de las habitaciones clandestinas.
En mi carpeta el trazo invisible de un mensaje, la hoja
plegada con un dibujo de fantasía que la imagina mórbida.
Solo entonces el río incandescente de un volcán callado
que fue lava muda, hoy recuerdo de un grito que ilumina
mi vejez como un súcubo inútil.
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