Es como dejarse ir hacia un sueño.
Sin un propósito,
nada más que risa y latidos de hambre
en la pulcritud del verano.
Existe la ciudad en tus ojos,
un equilibrio de puentes, fachadas rojas,
colinas de insólito verdor.
El auto es una nave espacial
que atisba los campos con alas de ángel.
Hay un gesto en tu boca
de armonía y misterio,
ilusión de metáforas para un futuro próximo
donde esperan la aventura, el descubrimiento y el asombro
de empaparse en la luz y revivir el aire
que anuncia la flor del deseo.
No hay excusa para el río que fluye con estrellas en su vientre,
solo hablar escondiendo las sílabas
como ladrones de un país olvidado.
Tú y yo en la magia de los relojes rotos
que desconocen el tiempo, la vejez y la muerte.
Así la levedad que nos une y nos traspasa
en un instante frágil como una pompa de luz
o un círculo de ceniza.
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