Los ojos entrecerrados para que la savia del tiempo recorra mis pestañas.
La duna lleva escrito un poema que se deshace en clepsidra.
Este carrusel de recuerdos no es un don,
son raíces al aire que han dado flores de seda,
frutos de sal en las mejillas,
días de agosto que no acaban nunca.
Ya no hay jóvenes tímidas con lacitos en el pelo,
cada diez faroles te nombro porque el ayer es tu sombra
que sigue mis pasos de sioux.
Y yo que te busco en el coral, en la red urdida por las algas,
en las miríadas del cuarzo, y la brea y el nácar de mil conchas.
¿Volverá el azar, el encuentro de los dos bajo la lluvia,
con el olor de la sal en los labios y la espuma como un maná virgen?
En la rotonda golpea el mar con la tibia mansedumbre del verano,
parece que estuviera desnudo porque el frío de diciembre ha vuelto a mí
al recordarte.
Debí traer una chaqueta conmigo.
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