martes, 27 de junio de 2023

Salgo al día

 

El umbral como un ojo con párpados de piedra.

 

Ha llovido y en la mañana un sol tímido asoma sus guedejas de luz,

su amarilla frialdad,

desperezándose.

 

Un mercado sin color,

sin voz,

sin la fruta viva,

sin la carne y los peces,

sin ti.

 

Hay nubes de rocío que mojan las estatuas,

una pátina de musgo verdea las fachadas,

las fuentes trinan como pájaros líquidos

y en todos los portales estás tú,

cruzándolos o quieta,

amapola rubia,

bendición de la vida,

baile de amor

tu presencia.

 

Te veré en los bares de la noche mientras el candil se apaga

y los rostros ennegrecen, te veré en los vasos del alcohol

como un reflejo perdido entre olas de güisqui y espirales de ginebra,

te oiré nombrar en las músicas sin texto, en los murmullos inaudibles,

en el grito impotente de las campanas, te tocaré en la lámina

donde tu dibujo es perfil y tus senos una curva rota,

te oleré en los jardines sin flor que guardas en tu vientre

como un paraíso irreal, como un ardid del ensueño.

 

Esta ciudad es de lluvia y no sabe morir,

esta ciudad de granito y pórfido,

de monjes de saya negra y teología sin mar

no te olvida

porque estando tú la lluvia cesa y el sol se alza,

cómplice de ti.

 

Otra vez tus pasos se pierden en la infinidad de un océano sin rezos.

 


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