Esa
raíz que, agotada, extiende sus hilos hacia la luz sombría,
velo
gris que permite intuir en el aire una esperanza de agua celestial,
de
húmedo manto que rociará a la primera flor, la flor niña, la hoja
que
se abre como labios de mar, el pétalo al que vuelve el color
y
la alegría, el jardín pequeño, mínimo, con su microscópica sed
que
ya no se siente virgen, rama de la que brotan ojos que miran
a
la densidad del cúmulo, lo ven bailar con lentitud de amante,
lo
ven fértil, lo ven manantial y río, torrente y canción, anuncio
de
que vendrá un temblor de nubes, un estruendo mágico,
un
dibujo en el cielo, un rayo azul que segará el horizonte,
esa
raíz que, agotada, extiende sus hilos hacia la luz sombría pronto
recibirá
el beso del agua, para ser, una vez más, árbol, fruto y semilla.
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