martes, 13 de junio de 2023

El misterio que nos une

 

Caían vendavales y horas oscuras, caía la luz como un manto
de amapolas, caía el eclipse inventado en mis ojos sombríos.
Pero adiviné la virtud blanca de la efigie, el símbolo que surca
la estela de un barco mítico, el rompeolas de teselas azules y mitos
de barba negra, tritones viejos en el espigón al sol como el musgo
que quiere sentirse espuma, prístina flor de agua. Pero yo quería hablar
de ti con tu vestido de álgebra roja, el aire sabe que, al rozarte,
los inviernos se vuelven verano, porque la calidez brota de tus hombros
y no lloras si el carámbano hiela tu risa, no cedes si la ola se convierte
en témpano y arroja sobre ti su músculo de vértices helados, su escarpada
piel de cristal sin lisura. En tu voz el susurro de la sirena y los mil oboes
como un calmo suspiro de tiempo acompañándote con su triste arpegio,
así te sientes tú, isla y viento, enigma y anémona como collar sin nombre,
y luna de altas alas y lagarto de plenilunio, y gris pétalo de la metáfora,
y faro estéril condenado a su círculo; a ti te adoran los cometas y a mí
los cactus secos que no conocen la lluvia, algo hay que nos une,
y ninguno de los dos lo nombra.

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