Te envío, a través del aire, mi rostro impreso en el cristal.
Es de noche y no hay lámparas encendidas.
La sombra vive en la sombra con sus alas negras de azabache
y su mudez de aljibe oculto.
Me gusta el silencio cuando giran las esferas y nadie oye su tránsito.
Me gusta oír como gotea el grifo mal cerrado y de arriba llega un roncar etéreo
de ángeles moribundos hasta mi vientre en calma.
La noche es un animal triste que se arrodilla ante la luz.
Mi yo insomne escucha en su cubil la lenta carcoma de un mueble,
el descenso de un hilo de agua por la pared húmeda,
la techumbre recogerse como una lengua tímida.
Y piensa que no está solo, que hay insectos que portan en sus alas
el misterio de un ayer memorable, mientras los restos de la cena
se pudren en el fregadero, lentamente, como una piel corrupta
que ha olvidado su juventud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario