lunes, 22 de mayo de 2023

Soy un insecto

 Nos recitan vértebras azules una memoria sin coral.


En los labios el dolor de un signo, la máscara de hielo,
el perfume que habitó olas, sin acantilado
ni noche.

Sigue la vena, detrás del alfil, en una hoja de dátiles,
en la fiereza de un rododendro
la espada en flor .

Camino con el ojo ciego del mineral,
pero un idioma breve de quién si o quién no
apunta al fósil, a mi edad, al jardín de collares de amapola
y liendres de porcelana.

Hay bullicio y un perro cansado escribe
nocturnos epigramas de duelo.

En el costado la atmósfera, el granito que llora el despertar de la música,
las ventanas en su raíz, el sudor amargo de la piedra.

Y dentro la miel hecha color, una lámpara que atisba
su ser de primavera, los sillares que amaron la cruz,
el deseo de la plata, la herida del mármol
y el fuego de los duendes.

Aquí el sol exhibe escapulario,
mi cuerpo estira un corazón con su plástico de alas rotas,
y no hay sombra ni dromedario blanco
entre tus branquias de niña.

Pero está el recuerdo donde el marfil regresa
a su cuna o a su nieve.

Se alzan las flores lejos de la edad,
en el césped de los orangutanes,
más allá de la lengua gris.

¿Es tu ciudad el mosaico que no fluye ni mata,
el alcohol que abraza la carne, la dulcifica,
la elige?

Yo espío el círculo, en su leyenda los peces no habitan mar,
son miserables como un cuenco vacío,
como tu lágrima en el orden de los espejos,
apenas brillo, luna
o elipse.

En el abandono de los gatos lo invisible padece,
llega el voltaje, quizá la seda neutra.

Mira cómo escribe el viento la palabra roja,
se va,
se va,
se va.

Pero, ¿ adónde se va?

No hay comentarios:

Publicar un comentario