El gris
llega con su carcaj de lluvia.
Podría
volar sin alas el destino,
podría oír tu
murmullo desde el fondo de un alud.
La mañana
sabe a azúcar en mis labios,
el tren es
una cinta de hierro que prefiere la distancia,
los pájaros
aún recuerdan mi canción de niño.
Hay ríos
que nunca acaban en un mar
solo fluyen
entre chopos y álamos,
son brillo,
cristal, reflejo de nubes sin forma,
la vena que
olvida el corazón de la montaña.
La ciudad
en ti es múltiple:
un rocío de
sal en el muro,
las
gárgolas sin agua,
la playa y
el faro,
el aire que
golpea la luz,
la flor sin
nombre que habita en tus ojos
cuando
miras sin ver
y se aleja
la sed
y aparece
el olvido
con su faz
de humo
que todo lo
oculta.
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