martes, 16 de mayo de 2023

Misiva a P.

 

Nunca es tarde para el amor, lo digo desde este barco
que se une de nuevo a la corriente del río que somos
para decirte que lo nuestro no fue un naufragio,
para decirte que la noche no es eterna
cuando de la claridad surge una voz
que quiere devolver el pasado al pasado
con sus faltas y con los errores asumidos,
con la triste exigencia de no admitir que el tiempo es una nube
que se aleja dejándonos desnudos,
que en un instante matas la luz si no entiendes
que fuera del otro, que lejos de quien te quiere, hay un abismo.

Si niegas la ternura y la comprensión
la vida es un árbol muerto que no da sombra,
si no eres capaz de asomarte al futuro
en unos ojos que te miran detrás del cariño,
si no sabes que solo pervive el sentimiento
mientras la juventud va ajándose
como un tallo que el aire erosiona hasta volverlo tan inútil
como el horror de advertir en el azogue del espejo
que no te ves ya como eres, anclado en la infancia,
en los años salvajes del insomnio y la plenitud,
en la madurez altiva que, poco a poco, declina.

Admite pues la realidad, pero no renuncies a seguir en la corriente
de un río que solo llegará a su destino cuando tus párpados sellen la memoria de la vida;
te lo susurro a ti, mi compañera, desde un atardecer de dunas sin mar,
desde el perdón que te pido para que tú me digas si aún hay tiempo para nosotros
que ya casi no tenemos tiempo.

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