Amémonos a
solas,
desde el
naufragio y la herida,
desde tu
yo, sin mi yo,
desde la
isla que cada uno somos.
Amémonos
como se ama al único árbol de un desierto,
como la
sombra ama a la luz que le da vida.
Amémonos
sin la piel ni los huesos,
sin la
carne ni la palabra,
sin el
tacto ni el futuro.
Amémonos
como dos ciegos
que aún reconocen
el timbre de una voz.
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