Allí crezco entre las raíces
y el espíritu de los trasgos
que se quitan los vestidos ante el calor que renace.
Es una casa de flores y hojas de arcoíris,
un manantial fresco que brinca
y recorre las venas con arpegios de espuma
y laberintos de alegría encrespada.
Ver la nube pequeña, en racimo,
encogida
como si el sol del porvenir acariciase su despedida
del azul olímpico
que ahora se muestra con un ojo grande
sin parpadeos de agua.
Saltan los pájaros igual que salta tu risa
en el columpio de las horas,
ves el terciopelo y es la fruta en sazón,
ves lagartos que tiritan al mediodía,
quitándose la nieve
como alegres príncipes de la claridad.
Mayo y su esfera de pámpanos en flor,
la rosa y su nimbo de atlante,
esa luz que salpica la memoria de la luna
que solo recuerda a las estalactitas del hielo
en su frente de nácar.
En el seno más profundo de abril yo te veo,
dríade en mi bosque, jardín de tallos escarlata,
jinetes que desnudan los árboles de su costra amarilla
vampiros que salen de sus cuevas ocres para mojarse de
albor;
y sin embargo yo quisiera vestirte
y llevarte al invierno
para que ante el leño moribundo me contaras tus noches
donde el abrazo es la primavera que se derrama en mí
como un éxtasis de alegría,
de ríos sin fin,
de párpados humedecidos
que llueven en un segundo
toda la eternidad de la vida.
Un invierno sin frío parece agradable de sentir.
ResponderEliminarBesos.
¡Gracias por la visita!Besos.
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