Es de mercurio la pared
donde mi hermana dibuja un sol.
El pasillo crece con el alba,
se ilumina el corazón de la esfinge,
jugamos con los labios quietos
para no asustar a la noche.
En el espejo no hay rostros perdidos
ni la mirada seduce al azogue
con su sed de nostalgia.
Las lágrimas de la araña apenas dan luz
cuando los horarios se culpan
de no inventar el verano.
El que sabe de la muerte
no cree en la lluvia,
busca el sol en las praderas azules
como un náufrago su isla imaginada.
Tú sabes que el tiempo es una flor que asoma en la
negrura
para ser después semilla nueva en otro cuerpo.
Escribiré un poema de luz,
tal vez descubras en él lo que una vez soñé
en las horas vírgenes de la claridad.
Es agradable esa luz.
ResponderEliminarBesos.
Gracias por la visita. Besos.
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