Esta sístole sin retorno,
el paso de la nube blanca,
tu labio que aprieta la luz
y brevemente se alza,
el humo del café que es aroma fugitivo.
Una mano en el hombro del cansancio,
una página doblada en el libro de la noche,
un haz de luna breve
como un secreto,
la palabra que recuerdas
después de no recordar el día,
aquel río y el puente de la icónica ciudad
que dejó de ser misterio.
El perro llega
y acaricia tu derrota con ojos de neón,
una proclama y un papel
donde la letra del amor sobrevive,
la distancia que duele como un disparo en el silencio.
Son cosas pequeñas, sí, para que algún dios las
nombre.
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