Cómo brota la incandescencia, ese rubí de rojo fuego
que ilumina la sed del día. La fatalidad del misterio,
la noche de alabastro, el ritmo de una música
que ilumina la sed del día. La fatalidad del misterio,
la noche de alabastro, el ritmo de una música
que parpadea con oráculos verdes son, tal vez,
la memoria del azar que dibuja un corazón
la memoria del azar que dibuja un corazón
sorprendido por los iconos del fulgor.
El deslumbramiento y su ráfaga invisible
de himnos azules, el haz de un faro que nace
en tus axilas y se prolonga como un láser de viento
y murmura un sí inmortal en mis ojos
y murmura un sí inmortal en mis ojos
que rejuvenecen con latidos de ámbar
bajo la pérgola de la luz. Y el histrión
de los insectos que golpean la desnudez de la flor,
el oro virgen del sol, tus témpanos derretidos,
la ceniza inexistente, el ímpetu con rosas en los senos,
tu cintura como un cuévano de altas efigies
donde rendir la claridad.
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