No se parece en nada a una sombra
ni a una membrana, no es sensible
como el tacto, nadie escucha su latido de aire,
está en el pensamiento igual que un efluvio.
En los sueños navega en los labios
y le habla a la luna
desde el altar donde duermes.
Es grande en un niño
y pequeña en un hombre,
la inocencia es su agua
y el odio su veneno.
Cuando mascullas una razón entre los dientes
tu voz se convierte en su halo,
pesa el silencio de Dios
al preguntar el porqué de la vida.
En algunos es negra como un tizón,
en otros,
gris pizarra,
indefinida como un atardecer que se agota,
y si es blanca, recién nacida,
ponla entre tus manos
como un pájaro invisible
al que robas su perfil.
Dicen que es una máscara,
que suda años en cuerpos sin despedida.
Entre la bondad y la maldad ella es el fiel,
no te previene de la caída,
no te anima a crecer hacia el cielo,
su indiferencia sonríe y te desconoce.
Ya es hora de que lo sepas.
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