Hay un caracol que repta sordo por tu silencio.
Y trenes fugitivos en tus uñas. Hay melancólicas
elipses en el sinfín de orquídeas donde envejece
la sed. Hay lóbulos de azahar en las cortinas
que ocultan el deseo de las sirenas. Existe
un barranco de lapislázuli y ovillos sin Atlántida
en la luz de tu frente. Maduran frutos de metal
bajo las cornisas de chocolate, y es un dulce
de lluvia el beso infantil del confite que hila
su azúcar con misterios de araña sobre tu piel
de ángel. Esta noche los carámbanos procrean,
el hielo emerge en tu arrebol, la latitud
de mi hombro mira, sin querer, las hojas
del olivo que, mansamente caen, igual
que preguntas de nieve, y no se alejan
con los ojos del azor; así tu lejanía,
será que, al fin, está llegando el invierno.
Y trenes fugitivos en tus uñas. Hay melancólicas
elipses en el sinfín de orquídeas donde envejece
la sed. Hay lóbulos de azahar en las cortinas
que ocultan el deseo de las sirenas. Existe
un barranco de lapislázuli y ovillos sin Atlántida
en la luz de tu frente. Maduran frutos de metal
bajo las cornisas de chocolate, y es un dulce
de lluvia el beso infantil del confite que hila
su azúcar con misterios de araña sobre tu piel
de ángel. Esta noche los carámbanos procrean,
el hielo emerge en tu arrebol, la latitud
de mi hombro mira, sin querer, las hojas
del olivo que, mansamente caen, igual
que preguntas de nieve, y no se alejan
con los ojos del azor; así tu lejanía,
será que, al fin, está llegando el invierno.
Melancólico y muy bello texto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, amiga, por la visita y el comentario. Un abrazo.
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