Antes de que tú nacieras ya existía el mar
-pero no las esmeraldas o el futuro-.
Hubo lugares teñidos de luz y árboles
con su color y su jazmín. Tengo,
tú lo sabes, mil refugios de sol
y no ansío los caminos de la nieve,
ni tampoco los eclipses que el jazz piensa
en tu deseo núbil. Aprendimos como pájaros
la melancólica senda de los vientos, aquí
el azul, allí mis amapolas que aún espían
tu sed. Columpié mi llave y se abrieron
los murciélagos como hemisferios rojos.
¿Dónde empezó el viaje? Quizá en las lágrimas
del sur, en el río sin fiebre, en tu boca
que confunde mi corazón con mi noche.
En los intersticios de la memoria
tu cuerpo vuelve como un disfraz
sin equipaje ni abril. No hay regreso
ni oasis mientras sudan los collares
tu alba. Nunca temí el fondo oculto del rocío,
jamás pensé en la crisálida rota. Soy como soy.
A mi pesar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario