Si te pones de espaldas y abres los ojos ante el espejo
verás al otro espejo desnudarte. Las manos no sirven
para ocultar completamente la piel, los senos se escapan
lúbricos entre el índice y el pulgar, esa zona íntima de tu ser
junto a los muslos no quiere sombra quiere un sol que la reviva,
una lengua que la moje. Mírate de frente, sin atavíos, reconoce
el ansia de tu cuerpo, la cordillera perfecta de tu anatomía.
Aún eres joven para mostrarte, aún enciendes la pasión
del contrario, todavía la humedad y el olor acre son tu perfume.
Somos como el animal que, encelado, se vuelve ciego y se tira
a la noche, somos una puerta abierta al ardor y al deseo, somos
la piel sin olvido; exhibe ante mí la naturalidad de tu hermosura.
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