Después del
hilo roto y el naufragio.
Más tarde
del silencio y la distancia,
en ese
rumor de pensamientos
que retorna
al origen de una historia.
En los hábitos
que reproducen el ansia de poseerse,
a medias de
una conversación que creías concluida
se alza
como una flor la voz que nunca olvidó la primavera.
Porque los
abrazos son un eco tardío
y en el
parasol de los domingos
que cubre tu
parabrisas
dejé un
mensaje que la lluvia borró.
Porque hay
dioses en los que nadie cree
y por el
desprecio se vuelven humanos,
nos hablan
al oído, y a menudo nos mojan
con el
rocío del reencuentro.
Aleamos la
duda con la simbiosis de la noche,
y fue un laberinto
la travesía de los años,
más al fin,
en la única puerta de llegada
yo recogí
una llave que te entregué
y tú no me
devolviste.
La casa
sigue aquí y ahora comprendes
que en
realidad nunca nos marchamos.
En la luz
que hoy regresa ya no habitan
los
cromosomas del olvido.
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