viernes, 7 de octubre de 2022

Alma

 

Tú eres la playa y yo el faro,

tú la ciudad de piedra, yo la ciudad de agua.

 

Tu acento lo imité con mi voz más dulce,

mi acento le dio a tus frases un ansia de luz,

un perenne fulgor.

 

Descubrirnos fue como vestirse con la sombra del otro,

esa silueta furtiva que nos persigue y nos dibuja por los suelos

y las paredes de la casa.

 

De ti aprendí los colores de la heráldica,

me desvelaste los misterios que la pintura encierra,

en los meses de otoño-los bosques húmedos-calzabas botas altas,

bajo un chubasquero azul recogías los frutos de los árboles,

de los prados y la umbría, las pálidas setas.  

 

Yo quise enseñarte los films que casi nadie vio,

los libros que me hicieron mayor cuando aún era joven,  

los bares donde decirnos algo inventaba un idioma.

 

Dos mundos no tienen por qué chocar,

a veces son ósmosis de luz, de pasión y tiempo,

fluidos que se mixturan en la ojiva del ser.

 

Y es que, de pronto, ya no somos extraños,

tú me miras como yo me miro;

y yo te veo como si un espejo

reflejara tu alma

con la forma de la mía.


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