De noche moran rayos de luna en sus vientres, son,
quizá, recuerdos que viajan, le hacen guiños al aire,
juegan a
ser azar, a esconderse, a mostrase,
a huir como
sombra de pájaro, como ardid
o simple espuma
del cielo. Hay quien ve
dromedarios,
cíclopes, unicornios, elefantes
marinos,
perros que ladran, cometas perdidas…
Hay quien
no reconoce más que el cúmulo,
la forma
colectiva, la gregaria urdimbre del agua.
Hay quien
espera simplemente la lluvia, y mira
el frente
oscuro llegar con la alegría del sediento
en la
esperanza de que brote al fin la húmeda
bendición
del campesino. Pero yo solo veo un baile
extraño, de
encajes líquidos, un músculo que se desplaza
bajo el
azul, y aunque no oigo la música, imagino un vals
donde giran
esos cuerpos de nube que no durarán nada.
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