Cierro mis
ojos
y en la
pantalla de los párpados
te
recuerdo.
Mientras el
sopor me cubre soy el joven que un día fui,
soy tal vez
esa sombra que solo aparece
cuando la
luz se aleja y en el teatro oscuro de la casa
resurgen el
mar y las calles, el cine y los paseos a solas,
el beso
perdido y los brazos entrelazándose
en una
urdimbre eterna.
Dentro de mis ojos se rebobina una película que nunca tiene final,
respiro la
calma, el feliz encuentro,
un baile al
atardecer, la risa de los sábados
después de
la ebriedad.
El reloj estalla y dejo a mis fantasmas en la alcoba,
todavía somnoliento
un café espera
a que mis
labios se acerquen a su fondo negro
donde
beberé de lo real una ración de inevitable presencia.
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