A veces me detengo ante los semáforos
como si fuera un náufrago que contempla una isla de neón.
Se abrió la luna y descargó amapolas, bailaron los ejecutivos,
las náyades obreras, el mirlo fue una nube-oscura-,
el unicornio regresó al edén de los cimarrones.
Han crecido los bulbos del camposanto, ya lo sé
-hay muertos que reviven sin querer-
el bastón de Chaplin golpea en mi mortaja,
Marilyn bebe ajenjo oculta por un parasol,
un lagarto lloroso maldice la belleza del príncipe que fue,
me dijo que en sus labios dormía un ruiseñor sin alas.
Se despliega ante mí un mercado de plata, almíbar y eclipses,
en el interior de una célula un dinosaurio es un ser minúsculo,
el reloj que te regalé ha mudado en árbol sin hojas,
los cascabeles de tu cintura me guían, ¿hacia dónde?,
los clavicordios interpretan una música de enjambre.
Todo esto lo soñé cuando esperaba el verde,
junto al redondo cristal de un semáforo en las afueras.
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