Barcas en el cielo, un río de cristal en los ojos.
Telúrica la piedra, la colina emerge, blanca,
en óvulo, los tejados o el colmenar, la enfática
quietud, je ne sais pas, a la orilla del Sena. Versos
azules en las estaciones del tren, en las plazas
el adoquín gris, bajo los puentes el clochard,
los soportales y los museos como cisnes rotos,
ofuscada la nostalgia, espejos con sombra y laberinto.
Ciudad de cristal, ciudad donde los jardines son alma,
cementerios no sacros, farol de leve luz. La luna
en el bulevar Saint-Michel como ceniza de neón,
parterres y pérgolas sin nombre, el músculo
del misterio que cosquillea en la faz del turista,
velados sus ojos de amor y eslóganes.
Telúrica la piedra, la colina emerge, blanca,
en óvulo, los tejados o el colmenar, la enfática
quietud, je ne sais pas, a la orilla del Sena. Versos
azules en las estaciones del tren, en las plazas
el adoquín gris, bajo los puentes el clochard,
los soportales y los museos como cisnes rotos,
ofuscada la nostalgia, espejos con sombra y laberinto.
Ciudad de cristal, ciudad donde los jardines son alma,
cementerios no sacros, farol de leve luz. La luna
en el bulevar Saint-Michel como ceniza de neón,
parterres y pérgolas sin nombre, el músculo
del misterio que cosquillea en la faz del turista,
velados sus ojos de amor y eslóganes.
Un paisaje metafórico de lujo, que traslada verso a verso el lugar físico al anímico. Un gusto pasar por aquí. Un abrazo, poeta.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Gerardo y por el paso por mi blog. Un fuerte abrazo.
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