viernes, 29 de enero de 2021

Dos tazas de café en un bar

 


Es la primera vez. Cae la luz con la astucia de los líquidos,

lenta e insobornable, rubia y dócil como un pigmento infantil.

La voz, las voces son círculos de humo, tus manos roban

el aire, dibujan asteriscos, mienten al reloj. Has dejado

el abrigo de felpa en el trapecio de la silla, en tus dedos

la desnudez, en las uñas un mapa perdido, en los hombros

el morse incandescente del encuentro voraz. Hablas con

pájaros en la boca, yo escucho el rumor que la cucharilla

vierte, zodiacal, en la textura del café, en su corazón de cíclope.

La sonrisa en la faz con el laberinto de los ojos encendido,

con la ascua vibrante del calor antiguo. Ahora yo te digo azul,

murciélago, insomnio, latir de enjambres, y en tu centro

la incógnita es un rosal de esplendor. La porcelana y la greca,

el platillo y su corola, sin geometría en el carmesí de la taza,

el hule del mantel como un labio húmedo escribe en mi piel

palabras de amianto. El día es la noche, la noche el ansia

de los cuerpos, déjale propina al camarero, me dices.

 

 

 

 

 

 


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