Es la primera vez. Cae la luz con la astucia de los
líquidos,
lenta e insobornable, rubia y dócil como un pigmento
infantil.
La voz, las voces son círculos de humo, tus manos roban
el aire, dibujan asteriscos, mienten al reloj. Has
dejado
el abrigo de felpa en el trapecio de la silla, en tus
dedos
la desnudez, en las uñas un mapa perdido, en los
hombros
el morse incandescente del encuentro voraz. Hablas con
pájaros en la boca, yo escucho el rumor que la
cucharilla
vierte, zodiacal, en la textura del café, en su
corazón de cíclope.
La sonrisa en la faz con el laberinto de los ojos
encendido,
con la ascua vibrante del calor antiguo. Ahora yo te
digo azul,
murciélago, insomnio, latir de enjambres, y en tu
centro
la incógnita es un rosal de esplendor. La porcelana y
la greca,
el platillo y su corola, sin geometría en el carmesí
de la taza,
el hule del mantel como un labio húmedo escribe en mi
piel
palabras de amianto. El día es la noche, la noche el
ansia
de los cuerpos, déjale propina al camarero, me dices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario