Fue como si antes de tu llegada un halo de ti.
El bar, seno o guirnalda, cofre que se desviste
en hilos de luz, teatro incómodo de barnices,
caoba y lienzos, solo mira a los giros de la puerta,
crisol sin abecedarios donde tu cuerpo reluce
con alas de alcanfor. Al fin la duda, el periscopio
núbil, buscan mi sombra en el escondido rincón
bajo una araña de cristal. Al sentarte invitas al
aire,
gato de almíbar, a ronronear en tu mejilla.
En la esgrima de las palabras hay rombos
y geometrías, yo sé que es difícil encajar
lo cóncavo en lo convexo, sé que es imposible
que un adjetivo muera en un nombre, sé
que tus rodillas son de marfil y las mías de cal.
La música dibuja vitolas de humo que cantan.
Al trasluz el velador finge un país de sol
en un eclipse de luna. ¿Quieres azúcar?,
el café se enfría y tú aún no lo has probado.
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