Domingo, 15 de abril, en el vagón semivacío.
Ella tiene un nombre, pero yo no lo sé.
Solo conozco su cuerpo, su forma de andar,
la mirada insolente y, a la vez, esquiva,
su color favorito, los lugares que acostumbra.
La luz artificial niega su perfil en la ventana.
Treinta años después el tren sigue su camino,
dentro de mí, hacia una estación inexistente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario