sábado, 20 de julio de 2019

Nadie quiso ver el cadáver de James Dean



Aunque use ropa siempre va desnudo,
la brasa de un cigarrillo le sorbe el alma,
sus ojos se entrecierran de frío o de quemazón,
a veces de ternura. Es comprensible la lágrima
si se interpreta el dolor único de la identidad,
frágil el andar-los talones no pisan, pisa el envés
como un animal que prepara el salto-, los hombros
estrechos, los pulgares retorciéndose en los bolsillos,
una piedra lanzada contra la incomprensión del futuro.
Hay en sus ojos la tentación suicida del desafío,
una sonrisa es el prefacio de la palabra que hiere
porque quien sabe del desvalimiento sigue la estrategia
de la pantera. Sí, él ha vivido la pérdida por eso llora
cuando ríe y ríe cuando la muerte va en un descapotable
por las áridas llanuras de California.

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