Si yo caigo tú recoges mi caída,
si caes tú, pongo dos alas en tu espalda.
Quien se confiesa contigo es mi corazón entregado,
si el dolor se acerca a mí me cubres con tu serenidad;
si necesitas un apoyo, mi voz y mis actos estarán próximos a ti
como una sombra que te alivie del sol abrasador.
Me miras como si yo me mirara en un espejo,
antes de que mi mano enjugue una lágrima
lo hace la tuya, y entonces mi rostro sonríe
y agradece tu gesto de ángel.
Si eres feliz te acompaña mi alegría,
si la tristeza del infortunio asola tu vida
guardo para ti la palabra que consuela,
la ayuda que no voy a proclamar.
Conseguimos tejer juntos un abrigo común
y en la hora del adiós
yo te lo daré o tú me lo darás;
en él resonará para siempre
el eco de tu voz y de la mía.
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