En mis bolsillos ya no caben más hojas caídas.
Tengo el color del árbol, la sed de la raíz,
el trino en los brazos. También soy el pájaro
que en mí se posa y la savia que endurece la luz.
Como una estatua nunca lloro ni río, las hormigas
han descubierto que mi piel es un camino,
de arriba abajo, de abajo arriba.
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