Poco a poco me voy convirtiendo en nadie.
Una sombra corpórea que se diluye en los cristales,
lengua muda incapaz de comunicar el miedo,
pasos sin dirección por jardines de infancia,
voz en que la voz solo le habla al propio corazón.
Hay una libertad en el desprecio donde se alza la risa,
llora el anciano al desdeñar su vejez,
la indiferencia es un aguijón en la penumbra de los días.
Descubro las cortinas y la luz entiende
que sigo aquí
como un rosal que solo necesita
el cuidado amoroso de la claridad.
Es bello este poema.
ResponderEliminarFelicidades.
Besos.
Gracias, Amapola, por hacerme saber tu paso por el blog. Un abrazo.
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