miércoles, 24 de julio de 2019

Última parada: Estación fraternidad


En la tumbona de la terraza se acuesta la drogadicta del cuarto.

La piscina sin agua
y las hojas del sicomoro
eternamente otoñales por el suelo.

Manuel barre con la escoba del chino
el portal.

El tráfico no se cobró ninguna víctima
pese a los pasos inseguros de los mendigos
que no se fijan en las luces
de los semáforos.

Hoy dan sopa en el albergue,
algún día mediré la hilera
porque creo que no para de crecer.

A la salida de misa se pelean dos mujeres,
alcancías vacías, por el mismo hombre.

Se olvidan de pedir, hoy no habrá vino barato.

Las prostitutas ocupan las esquinas,
los portales, hablan de sus chulos
o de los precios del alquiler,
los lunes los clientes son menos.

Este barrio huele a orines,
a vómito de semen, al hedor que filtran los cristales rotos.

Hay restos de basura
que no sé si es de ayer o de anteayer
o de siempre.

Una niña juega con su muñeca- tan sucia la muñeca-,
su voz es dulce, la acaricia con el mimo
que nadie jamás le dio.

Qué triste esta noche, qué dolor entre los grumos de la niebla,
qué corazón no podría sentirlo.

Esta es mi ciudad y la tuya, no lo olvides.




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