Hablo con los lugares que ocupaste:
tu sillón,
tu cama,
tu jardín en sombra.
Eramos abril en la plenitud de enero,
un racimo de lluvia bajo el sol de agosto,
la flor otoñal que floreció entre los esplendores de la primavera.
Hoy te busco en el espejo de la pared,
te señalo en las fotografías,
le escribo un poema a tus cosas
guardadas en los armarios del olvido.
Y no llegas a mí aunque se alcen los párpados del recuerdo
llamándote en la noche con cascabeles de luna
y un aullido de lobo en las entrañas.
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