Tú verás el nombre de la luz en su lisa piel.
El corazón del tiempo amanece en el cristal
porque el alba llega con ínfulas de estío y ya
todo es color y vida en la transparencia del cuarzo.
Las yeguas de la luz galopan por el mundo
con sus ijares amarillos y su belfos carmesí,
las guía el sol del verano. Y en mi rostro,
que añora la luna y la oscuridad de la noche,
la luz es una venda que me impide verte,
como te vi ayer, con tu pálida desnudez,
nimbada por el candil del plenilunio.
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