sábado, 13 de abril de 2024

El puerto

En mis cuadernas envejecidas no hay nombres

ni vuelan gaviotas a mi alrededor como ángeles

blancos. Enfilo los mares del tiempo con la proa

al sol y la quilla en el surco de la edad, y es mi mástil

una espada erguida que lucha insolente contra el brío

del aire, la lluvia y el rayo que llega hasta mí con el aliento

de los dioses. En mi popa un fanal de luz como una cerilla

en la inmensidad del océano donde un día naufragaré,

a babor el silencio de la noche, la locura de un sueño entre

olas de invierno, el tacto de tu índice como un delfín que juega

con el río de la vida, a estribor las mañanas de abril y un mar

dormido donde riela el azul de tus ojos con los ardides voraces de la luz.

¿A cuál puerto arribaré sin que pesen en mi memoria los ecos del pasado?


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