Allí sigue el mar con su cuerpo azul desdoblándose
como una flor de espuma y sal.
Mi calle luce otro vestido, lleva una máscara triste,
ya no es la mariposa que volaba junto a mí
en los días de infancia cuando las noches eran
como susurros de luna en un bosque de plantas silvestres.
Los amigos se fueron tras las nubes de la melancolía
o los pájaros del olvido, y son de ceniza los silencios
que dejaron al partir sin la memoria de la niñez
en sus ojos de adulto.
Tampoco estás tú en las rosas del amanecer
ni en los latidos del tiempo donde ya no se escuchan
tus pasos alejarse, silenciosamente, como pisadas
de golondrina en un jardín de nieve.
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