Hiende el bisturí la máscara y brota el
óvalo como flor de abril.
Te miras en el espejo del alba
donde tu seria tez escucha en silencio la
voz del olvido
y vas de vagón en vagón por ese tren sin
nombre
que lleva en su interior la memoria de un
pasado
que se diluye lentamente como el agua en
una clepsidra.
Ya no es tu piel un laberinto de lisura
ni en tus pómulos arden los cometas en su
cielo de azar,
ya no hay en los ojos un tapiz de fuegos
artificiales
bajo la serenidad azul de tu mirada.
Ya la frente altiva se rinde a los ríos
de la vejez
que surcan el vergel perdido de la
juventud,
ya las cejas como dos rivales insomnes
no compiten por la perfección idólatra de
sus arcos.
Y es tu perfil el gesto áureo de una
nariz
que da sombra a los labios de carne púrpura
mientras crece el rubor en tus mejillas
y en la orquídea de tu mentón, la noche.
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