En la brevedad de los espacios tu sombra
existe
como una huella insondable
incrustada en la pared de mi nombre.
Yo escucho los ecos sonoros de tu altar púdico,
la paciencia lúgubre de las moscas
rondando las ramas
de tu árbol me recuerda al sur perdido,
los limones de pulpa
agria derramándose por tu espalda, el
faro de tus ojos
como filamentos de cadmio que iluminan la
rosa azul
de un ángel sin alas, son mi presente.
Y al fin el eclipse que llega con su razón
de ceniza
a cubrir de ternura unos labios rojos.
Tal vez te hayas vuelto sombra de una
huella que en ti ya no existe.
O tal vez sea yo la sombra que se oculta
en la brevedad de los espacios
para no escuchar los ecos de tu nombre.
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