Me acerco al sueño de tu isla donde la
luna no existe
desde la piel oceánica que cubre tu ser
de amapola.
Y me vierto en el pozo de tu alma,
color barro, color ébano, color mimbre,
donde brillan los hemisferios del azar,
donde las barcas navegan la laguna del
olvido.
Déjame morar en tu círculo de asombro,
en la imperfección planetaria que corona el
vientre de tu escápula,
en la lava reseca de tu volcán agotado,
en el perfil sin sol de tu jardín nocturno.
Y después, abrázame.
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