Ya no me reconozco en los cristales ni la
lluvia
es la misma de entonces. Palabras sin eco
bajo
los alfeizares mientras la luz dibuja un
arpegio
de claridad en mi rostro, no estás tú,
señora
de los pájaros, para volar en mis sueños
como un colibrí exhausto, lejanía de tu
voz,
pasión de tus alas en el nombre que
pronuncio a solas
cuando la memoria es un candil que
refleja la osadía
de tu vuelo en mis ojos ausentes, en mi
hoy desnudo
de relojes, metáfora del pasado tu edad
si en los patios
de las iglesias no habita ya la sombra
que fuiste ni vibran
los timbales en mi corazón al pasar tu
perfil por las rúas
de antaño, ni la palabra como un dulce
sonido de cítaras
acaricia nuestros cuerpos con la sintonía
adolescente de un ayer
que retorna sin prisa igual que un
exiliado a su morada,
hogar que de pronto se ha vuelto olvido y
extrañeza,
páramo donde existía un vergel de
juventud,
oscura sed donde tu fuente saciaba, sin
nada a cambio,
mi amor, silencio donde los susurros eran
de cristal
como los sueños que viven en las lámparas
al apagarse.
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