Qué negritud, qué vacío, qué nada.
El silencio inconmensurable es mi
compañía,
floto en la densidad eterna dentro de mi
traje espacial
que es ahora mi único refugio.
Pienso en los crepúsculos y los
amaneceres que compartimos
cuando las habitaciones de hotel eran un
jardín de amor
a donde no llegaba la lluvia.
Pienso en tu canción, suave igual
que un susurro armónico de música
en mis oídos náufragos.
Aquí no vi sol ni luna, el espacio no
tiene fin,
está vivo como un dios inmortal,
cuásares, vientos
cósmicos, constelaciones, estrellas
azules y blancas,
satélites en mis ojos de nebulosa perdida.
Y también tú que nadas en la noche como
un cometa fugaz,
como un asteroide humano entre las
sombras.
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