El territorio que mis dedos recorren con los
ojos cerrados.
La desnudez alba de tu cuerpo
como un mar por el que navega el silencio.
Y las raíces de tu árbol, transparencia y
azul
en el mapa que dibuja los senderos de tu edad.
Mi índice se fija en los lunares de tu
océano,
islas sin explorar, arrecifes donde la
flor del deseo sucumbe,
máculas como puntos unidos por nuestra
sed cómplice.
En el film de tu epidermis hay imágenes
que trinan en la noche,
y son arcanos tus músculos ágiles igual
que plumas al viento del atardecer.
El sol penetra en la alcoba con sus
barbas de luz poblándote
como nieve, como azúcar, como resplandor sobre
tu piel esquiva.
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