Vuelve el canto de la noche a poblar los
espejos de historias pasadas.
Es la edad de la lluvia con sus rizos de agua
en los aljibes de tus ojos,
es el rocío alegre de la música como un eco
que resuena
bajo los párpados caídos de tu nombre,
son los caimanes de la luz mordiendo tu piel
en la madrugada última del adiós,
es el neón que lleva en su vientre el
tesoro perdido de los días sin paz,
es la luminosa canción de los jueves
cuando en las esquinas nocturnas
las águilas del amor nos alzaban lejos
del silencio y de los parques al sol,
más allá de la cruz de los relojes con su
verdad de horarios por cumplir
y su cadencia de nube infinita.
Vuelve el canto del día a brotar de los
espejos como un ángel oscuro.
Es el hoy con sus hilos de cáñamo y su
celosía de metal,
es la quietud mostrándose como un árbol
sin raíz,
son las piezas de una coraza antigua que van cayendo
como pétalos en el dédalo que habito.
Y vuelves tú con la sonrisa presente a todas horas.
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