A Santiago de Compostela
La piedra finge
no ser piedra sino cartón de una fábula.
Turistas
sin nombre pisan mi casa. La ciudad creció
hacia el
sonido de la colmena, qué pensarán los ángeles
desde su alma
solitaria. Yo conocí el territorio virgen
donde la
humedad era un dios, sombras y un acento
musical de
rostros desnudos, así fue como vi la lluvia,
el rocío y
la carne pálida de los hombres. Hoy son hormigas
en batalla
las que se alejan hacia los restaurantes abiertos,
la sed de
transitar el paraíso, aunque el paraíso sea una forma
extraña de
vivir. Adiós a la alameda, a la plaza y al ruiseñor,
a la música
y a la pereza, adiós al que fui, ya en la realidad
del presente
ningún lugar me nombra, el pasado fue un sueño.
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