En un segundo inmortal que se refleja en el lienzo
de tus párpados habita el destino.
Como en una fotografía: la atmósfera, el color,
la materia y los actos se detienen, eternos,
las palabras de pronto son mudez,
ni las nubes ni los caminos continúan su ruta elíptica en el horizonte,
no es un hechizo, ni una secuencia, no es la sombra bajo el farol
de los ríos sin mar, es el preludio que antecede a la urdimbre de dos
almas.
En ti y en mí el mismo voraz latido, la escena antes inexistente,
los cantos de la epifanía, la escarcha en el cristal como un poliedro
de azúcar, la imagen que es doblez de los cuerpos en un vagón solitario,
con el fulgor de la luz que solo vemos tú y yo cuando de perfil
nos miramos, ignorantes de que ahora, aquí, de pronto, sin anuncio,
parte un tren de largo recorrido que lleva en su frente nuestros nombres.
Suele La Eternidad estancarse de tal manera, la imagen que ofrecen tus versos y con la acertada comparación de la fotografía. Muy existencialista y palpitante. ¡Buen Abril!
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Gracias, Juan, por tu visita y comentario a este poema. Un abrazo.
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