De su perfil nacen alas, se divierte con la luz de un foco
que juega con la penumbra, danza y es arrogante como un lirio
entre la ceniza, sombra que fluye bajo el escenario de los minutos,
un río negro, ágil, que muta y no deja huella. Los visillos
la protegen como un ataurique de algodón, es una película
de amor el misterio de los fotogramas inventados. Hay silencio
y una ranura o una cicatriz por donde la curiosidad asoma
en un iris marrón. El día extiende su nieve de luz, se abren
las ventanas con aullidos de primavera, y un busto
se inclina, mira el azul, ve la calle, pero no ve mis ojos,
solo el volcán del tráfico y el aleteo de un ángel, tras de sí,
con un candil que la ilumina sin que ella lo note.
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